Pudiera decirse
que hay creencias muy
parecidas a un iceberg, capaces de congelar al más prendido de los
emprendedores.
Detallando la
comparación, se dice que a pesar de que hay mucha preocupación por el
calentamiento global y la disminución de los casquetes polares, las aguas frías
de los polos están todavía llenas de icebergs, que no son otra cosa que
gigantescos trozos de hielo dulce desprendidos de un glaciar, que vagan
flotando por el océano, y de los cuales solo podemos ver en la superficie una
pequeña porción, porque la mayor parte y la más peligrosa se encuentra
bajo el mar.
Recordemos que en
1912, cuando el Titanic zarpó de Southampton, Inglaterra, con destino a la
ciudad de Nueva York, había aún más de estos gigantes congelados.
El Titanic fue lo
máximo de su tiempo, tenía el más alto nivel de lujo y extravagancia. Fue un
testimonio de la belleza que la humanidad podría crear, con la colaboración de
miles de personas realizando un gran esfuerzo por construir lo que en su
momento fue considerado todo un país de las maravillas flotante.
Después de zarpar,
el capitán Edward John Smith recibió la advertencia de los icebergs más al sur
de lo previsto. Con cuidado, se desvió de su curso hacia aguas más caldas,
creyendo que era suficiente para evitar esos cubitos de hielo peligrosos.
Pero estaba
equivocado, finalmente el buque rozó el iceberg que daño severamente las placas
del revestimiento de la nave a su cargo, sentenciado de esta manera al
trasatlántico monumental a su fatal hundimiento.
Fue así como de
repente, las esperanzas y los sueños de muchos, los futuros, las vidas de las
personas a bordo, todo eso quedo congelado y en lo profundo de mar debido a un
iceberg del que solo podía verse menos de la décima parte, porque el resto, la
parte que hizo el mayor daño, yacía en silencio bajo el agua, oculto a la vista
humana.
Las creencias son algo así como los icebergs, sólo
somos conscientes de una pequeña fracción de su influencia en nuestras vidas.
El resto yace sumergido en el subconsciente, pero ejerce un poder inimaginable
sobre nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos.
Y a veces nuestro
futuro, nuestras vidas, la opulencia, la abundancia que hemos creado o deseamos
crear golpea contra ese peligro que está al acecho, nosotros y nuestros sueños se congelan.
Y al igual que los pasajeros del Titanic, nuestras intenciones pueden hundirse.
Básicamente, la
gente se paraliza y no puede cambiar, no pueden crear sus deseos porque uno,
algunos o la totalidad de sus creencias se contradicen con lo que sea que
deseen obtener o llegar a ser.
Pero, no todo está
perdido...
Lo que olvidamos a
menudo en nuestro mundo de cajas, etiquetas y clasificaciones es que somos criaturas increíbles, y que
como seres humanos tenemos un enorme potencial creativo.
Si usted persevera
en su deseo de cambiar, se sorprenderá lo rápido y abundante que puede ser la
recompensa por sus esfuerzos, pero no se equivoque, no hay ninguna píldora
mágica. No hay una técnica que lo va a transformar inmediatamente en la versión
ideal de usted mismo. Solo con disciplina y compromiso alcanzara lo que se
proponga.
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